Aun recuerdo la tibieza de sus manos, acariciando mis rizos cuando niña, las que enjuagaron sin descanso mis lágrimas, Tia , Abuela , Madre, nunca dejastes de darme amor.
Cada cristal de nieve es un fragmento de tu alma, y cada resplandor, la antorcha que enciendes para darle luz al sendero de mi vida…
Soy tu niña que te reclama, tu sangre que en vano te invoca, buscando revivir la infancia adormecida… ilusiones que se quedaron en el suspiro del sollozo.
Hoy soy esa mujer, aquella a la cual imaginaste, que tan celosamente con tus manos de artesana tallaste…artífice y testigo callada de mi naturaleza.
Aquí estoy…necesito tus manos de anciana reclamando calor, las mías están para atesorarlas…entibiarlas con besos y caricias…
Aquí estoy…en un sin sentido esperando que guies mis pasos inseguros, y las que fueron un día mi amparo depositen en mi , la calma , donde al menos descanse mi alma y mi corazon que esta dejando de latir de tanto extrañarte TIA, ABUELA, MADRE.
Autora: Dalia Hernandez.
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