Por las mañanas la veía peinarse su largo pelo blanco enroscándolo en un moño,Siempre la conocí vestida de negro, menuda, pequeña, sin edad, muy arrugada curtida por el sol, encorbada por los años llena carencias, sufrida por el silencio, por las lágrimas dejadas a lo largo de la vida.
Nunca la escuche pedir nada, soñar nada ,solo la vi moverse siempre con rapidez para los demás,en aquella casita pobre , ,de suelos rotos y paredes de madera llena de huecos que pintaba todas las primaveras, un lugar fresco donde siempre olía a cafe recien coladito, un sagrado corazón custodiaba su cama, una cama que siempre me resulto muy alta, muy grande, como ella.
Entre sus manos hilo y una aguja de croché y el tiempo, ese tiempo que se cobra la vida ,una vida demasiado dura,sin reproches, sin esperar nada, como las tardes de verano cuando el aire se hace pesado, cuando el reloj se detiene y solo puede oírse el canto de los grillos .Hecho de menos esa calma, esas tardes sentados baja las hojas de aquella vieja mata de ciruelas de su patio, tan vieja como ella, aquellas conversaciones entre mi viejita y yo aun permanecen en mi mente negandose a salir de el lugar especial donde las guardo como bellos tesoros, aquellos recuerdos compartidos, de hambre, de miseria,de aquellos que se fueron sin dejar más que su recuerdo, solo para parar a la llamada del café, aquel ritual que se repetía cada tarde, el olor a café recién colado, fue ella la que me inició en el sabor amargo que me acompañaría toda mi vida, algo que sin ella ser consciente haría que la recordase siempre.
Un día llegó el sueño, un sueño que la llevó al final, culpa mia fue su despedida de este mundo, culpa que apagó tu vida en silencio, ya que no soportastes mi partida de tu vida, te fuistes sin molestar, que dolor me me dejó tu ausencia!!!
Nunca la escuche pedir nada, soñar nada ,solo la vi moverse siempre con rapidez para los demás,en aquella casita pobre , ,de suelos rotos y paredes de madera llena de huecos que pintaba todas las primaveras, un lugar fresco donde siempre olía a cafe recien coladito, un sagrado corazón custodiaba su cama, una cama que siempre me resulto muy alta, muy grande, como ella.
Entre sus manos hilo y una aguja de croché y el tiempo, ese tiempo que se cobra la vida ,una vida demasiado dura,sin reproches, sin esperar nada, como las tardes de verano cuando el aire se hace pesado, cuando el reloj se detiene y solo puede oírse el canto de los grillos .Hecho de menos esa calma, esas tardes sentados baja las hojas de aquella vieja mata de ciruelas de su patio, tan vieja como ella, aquellas conversaciones entre mi viejita y yo aun permanecen en mi mente negandose a salir de el lugar especial donde las guardo como bellos tesoros, aquellos recuerdos compartidos, de hambre, de miseria,de aquellos que se fueron sin dejar más que su recuerdo, solo para parar a la llamada del café, aquel ritual que se repetía cada tarde, el olor a café recién colado, fue ella la que me inició en el sabor amargo que me acompañaría toda mi vida, algo que sin ella ser consciente haría que la recordase siempre.
Un día llegó el sueño, un sueño que la llevó al final, culpa mia fue su despedida de este mundo, culpa que apagó tu vida en silencio, ya que no soportastes mi partida de tu vida, te fuistes sin molestar, que dolor me me dejó tu ausencia!!!
como el otoño, desnuda quedo la mata de ciruelas del patio, desnuda de sus hojas como yo desprotegida me sentia sin ti ,Hoy siento tu presencia en mi corazón, en estos días más acongojada, he sentido como si quisieras hablarme igual que hacías cuando yo era nina, ha pasado mucho tiempo pero tu sigues aquí conmigo, cuando duermo abrazo mi almohada y te recuerdo, cuando crece el verde en primavera inundándolo todo,cuando cierro lo ojos y puede verte, menuda, pequeña, encorbadita con tu piel muy blanca tan arrugadita, puedo sentir que me llevas de la mano, por aquellas calles de Lajas y que me dices con cariño que deje meterme en los charcos, ,puedo sentir que estás aquí siempre Autora Hilda Portilla
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